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El cuerpo desnudo, tradicionalmente objetivo de la mirada concupiscente, se estira y deforma aquí con el agravio de su definitivo agrisado; la propia artista, autorretratada desnuda, queda convertida casi en una mancha irreconocible, cuyos miembros y posturas aparecen entreverados con el atractivo mundo de colores, brillos, texturas jugosas de las mucosas o de las vísceras de distintos órganos internos sacados de fotografías médicas y científicas.

El viaje de ida y vuelta hacia la imagen reconocible propio de la anamorfosis, sufre aquí una nueva perturbación, cuando la piel se vuelve prácticamente refractaria al deseo, mientras que todo lo que late bajo ella aparece imponiéndose seductoramente, a pesar de su desarticulación y distancia natural hacia los apetitos del erotismo, la atracción sexual, las ganas del contacto.

 […] la Historia del Arte le proporciona a nuestra protagonista hoy un inesperado repertorio iconográfico susceptible de ser revisitado, alterado, troceado y recompuesto a capricho.

Óscar Alonso Molina, crítico de arte y comisario independiente.

Introspectiva, 2016-2017

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