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El autorretrato está en crisis. Aquello que solía ser expresión de uno mismo es ahora expresión de una época o una moda. No hay en la autorepresentación actual un relato de una realidad emocional interna. La emoción no trasciende al selfie; en cambio, la proyecta. Una emoción representada que ilustra un estilo de vida, un mito moderno, que será posteriormente distribuido de manera masiva y retroalimentado a golpe de like. La vida que muestra el fenómeno selfie es una vida producida para servir a su representación y juicio público. El sujeto autorretratado ha sido descentralizado, disuelto, para servir al código, al canon.

Pero, ¿es el selfie resultado de una decisión consciente o es fruto del deseo de los otros, de la imagen de sí mismos que los otros le indican que debe gustarle más? Esa es la cuestión a dilucidar a lo largo de este proyecto de creación en torno a la idea de la autoexploración, a través de la pose, el gesto, la kinésica, y cómo se traduce en la autorepresentación hoy.

El proyecto pretende poner el acento sobre los intentos de los usuarios del selfie por encajar en un canon tan estilizado, manipulado y cambiante, en el que es imposible encajar. Es inaccesible y antinatural, pero se distribuye masivamente a través de las redes sociales. Un canon de hoy sin un principio explícito determinado, pero que condicionará nuestra imagen del cuerpo por un período efímero, hasta ser sustituido por otro, en un ciclo sin fin; el canon, en realidad, ha existido desde mucho antes de la era de la imagen, y coincide con el advenimiento de las primeras manifestaciones artísticas.

Si la idea de canon remite al terreno del arte, la idea de patrón, que podría ser su sinónimo, es ambivalente. Un patrón es una estructura social, y un mito es una estructura social inscrita en el imaginario colectivo. La convergencia entre estos conceptos, me lleva a conceptualizar este proyecto, donde partiré de una serie de pinturas y dibujos en los que enfrento mi propia imagen, elemento recurrente en mi trabajo, a una serie representaciones del mito de Narciso que abarcan desde la Grecia y la Roma clásicas hasta el XIX.

Adoptando las poses de Narciso en esas obras, contrapongo mi figura a ellas, lo que pone de manifiesto, metafórica y literalmente, algunos de los problemas expuestos anteriormente. Este proyecto sigue la tradición del apropiacionismo, traducción, reinterpretación y actualización de los mitos y la historia del arte en la que se basa mi producción artística. Se trata de un proyecto de autoexploración desde la expresión gestual y postural de uno mismo, un cuerpo que se confronta con un mito construido a lo largo de los siglos y asentado por el arte, en el que surgirán isomorfismos y alguna desviación respecto al patrón, que ninguna imagen desbancará como referente de ese misterio por el que los humanos buscan en sí mismos, en todas las épocas, qué tienen de propio y qué de réplica de su cultura. Así, cuanto más se explora uno mismo, más se somete a descubrir en sí mismo lo que desde fuera se le propone. Es decir, más se convierte en un otro, más confirma que no tiene casi margen para descubrir otra expresividad, más se asienta en la otredad y más gratificado y seguro se encuentra, aunque pueda fantasear con que su especificidad existe por la mera adopción de puntos de vista inesperados, incómodos, que pueden hacer descubrir a quien se mira ángulos insólitos, facetas, potenciales o debilidades que desconocía tener.

The self-portrait is in crisis. What used to be an expression of oneself is now an expression of an era or a trend. In contemporary self-representation, there is no narrative of an internal emotional reality. Emotion does not transcend the selfie; instead, it projects it. A represented emotion that illustrates a lifestyle, a modern myth, which will later be massively distributed and reinforced by likes. The life shown by the selfie phenomenon is a life produced to serve its representation and public judgment. The self-portrayed subject has been decentralized, dissolved, to serve the code, the canon.

But is the selfie the result of a conscious decision, or is it the product of the desire of others, the image of oneself that others suggest one should like the most? This is the question to be clarified throughout this project focused on the idea of self-exploration, through pose, gesture, kinesics, and how it translates into self-representation today.

This project aims to highlight the attempts of selfie users to fit into a canon so stylized, manipulated, and changing that it is impossible to fit into. It is inaccessible and unnatural, yet it is massively distributed through social networks. A contemporary canon without a defined explicit principle, but one that will condition our image of the body for a fleeting period until it is replaced by another, in an endless cycle; the canon has, in fact, existed long before the age of the image and coincides with the advent of the first artistic manifestations.

If the idea of canon refers to the realm of art, the idea of a pattern, which could be its synonym, is ambivalent. A pattern is a social structure, and a myth is a social structure inscribed in the collective imagination. The convergence of these concepts leads me to conceptualize this project, where I will start with a series of paintings and drawings in which I confront my own image, a recurring element in my work, with a series of representations of the myth of Narcissus that range from classical Greece and Rome to the 19th century.

By adopting the poses of Narcissus in these works, I juxtapose my figure with them, which metaphorically and literally highlights some of the problems previously mentioned. This project follows the tradition of appropriation, translation, reinterpretation, and updating of myths and art history on which my artistic production is based. It is a project of self-exploration through the gestural and postural expression of oneself, a body that confronts a myth constructed over centuries and established by art, where isomorphisms and some deviations from the pattern will emerge, which no image will displace as a reference for that mystery by which humans seek in themselves, in all eras, what is their own and what is a replica of their culture. Thus, the more one explores oneself, the more one is subjected to discovering in oneself what is proposed from the outside. In other words, the more one becomes another, the more one confirms that there is almost no room to discover another expressiveness, the more one settles into otherness and the more gratified and secure one feels, although one may fantasize that one’s specificity exists merely by adopting unexpected, uncomfortable points of view, which may make the observer discover unusual angles, facets, potentials, or weaknesses that they did not know they had.

Narciso, 2019-2021

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