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En esta serie de dibujos, combino la figura humana con formas orgánicas, blandas y viscosas que recuerdan a órganos. Intento hacer dialogar ambos tipos de imágenes entre sí para crear permutaciones turbadoras y ambiguas que evoquen la faceta interior y exterior, puramente carnal, del cuerpo humano. Primero, recopilo imágenes de obras de arte desde la antigüedad clásica hasta el siglo diecinueve y busco otras de vísceras. Altero por medios digitales los valores de color y contraste de estas últimas, ya que es sólo su textura aquello que me interesa. De este modo, puedo conseguir transformar una imagen desagradable y repulsiva en una forma ambigua de colores vivos y brillantes, más amable.

Hecho esto, despliego ante mí un numeroso archivo de imágenes desde donde elijo distintas combinaciones y construyo un mural con todas, a partir del cual creo composiciones para que el cuerpo se relacione con esas otras formas, como formando un puzle de dos piezas y convirtiéndose en una nueva unidad, de modo que una sea inseparable de la otra. Quiero llegar a hacer casi desaparecer el cuerpo humano, como engullido o plenamente integrado en una materia orgánica densa y viscosa. Para conseguirlo, los desnudos se acercan a la transparencia, y, casi sólo intuidos, se dibujan sutilmente frente a los trazos de color de las vísceras. Me aproximo al color con precaución, manteniendo el contraste entre los grises que invadían O tempora, o mores virados hacia un tono u otro, y el color, casi fluorescente.

Esta serie es mi primera investigación sistemática en un determinado proceso de dibujo. Las pinturas anteriores están muy guiadas por el boceto digital y resueltas, en su ejecución, con finas capas de pintura, casi apenas acariciando el lienzo con tanta suavidad como acariciarían los cuerpos mismos que las pinceladas construyen. El gesto no se esconde, pero se apacigua con el uso de fundidos y la casi inexistencia de los empastes. Los dibujos inciden en la coreografía del lápiz sobre el papel, y la toma de decisiones durante el proceso, no desde el boceto —en cuanto a dirección del trazo, cruces de tramas y las subsiguientes mezclas de color por superposición, giros en los haces de líneas y confluencias de unas con otras—, viene impuesta en gran medida por las superficies a las que doy volumen con el color, el gesto y la superposición. El dibujo va cubriendo el blanco del papel poco a poco, ya que la imagen se va construyendo muy lentamente y por zonas. No hay una mancha previa que establezca en una sola sesión las masas de luz y color que después se irán fragmentado, multiplicando y haciendo más complejas.

In this series of drawings, I combine the human figure with organic, soft, and viscous forms reminiscent of organs. I aim to create a dialogue between these two types of imagery to generate unsettling and ambiguous permutations that evoke the purely carnal, inner and outer facets of the human body. Initially, I gather images of artworks ranging from ancient Greek and Rome to the nineteenth century, as well as images of viscera. Through digital means, I alter the color and contrast values of the latter, as it is only their texture that interests me. This way, I can transform an unpleasant and repulsive image into an ambiguous form with vibrant and bright colors, more approachable.

Once this is done, I lay out before me a vast archive of images from which I make different combinations, constructing a mural with them. From this mural, I create compositions where bodies interact with other forms, akin to assembling a puzzle of two pieces, forming a new unity where one is inseparable from the other. I aim to nearly make the human body disappear, either engulfed or fully integrated into a dense and viscous organic matter. To achieve this, the nudes approach transparency, and, barely discernible, they are subtly drawn against the colorful strokes of the viscera. I cautiously approach color, maintaining the contrast between the grays that once dominated O tempora, o mores turned towards one tone or another, and the almost fluorescent color.

This series represents my first systematic exploration of a specific drawing process. Previous paintings were heavily guided by digital sketches and executed with thin layers of paint, almost caressing the canvas as gently as the strokes would caress the bodies they depict. The gesture is not concealed, but subdued through blending and the almost absence of impasto. The drawings focus on the choreography of the pencil on the paper, and decision-making during the process (not from the initial sketch) regarding stroke direction, crosshatching, subsequent color mixing through layering, twists in line bundles, and their convergences, is largely dictated by the surfaces I volumize with color, gesture, and overlay. The drawing gradually covers the white of the paper as the image is constructed slowly and in sections. There is no pre-existing blotch establishing the masses of light and color in a single session, instead, they are fragmented, multiplied, and made more complex over time.

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With the Inside Out, 2015

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